domingo, 4 de mayo de 2014

EL VIGILANTE

Resulta que una chica soltera, estudiante universitaria, vino a Córdoba para radicarse mientras se dedicaba al estudio, y resulta que después decidió quedarse definitivamente.
Estaban en los trámites necesarios para buscar alojamiento adecuado, y por fin optaron por comprar un departamento en un piso 11, bastante céntrico.
Como esta chica era algo miedosa, la madre pensó que sería interesante reforzar la puerta de entrada cambiando la cerradura y agregando una cerradura adicional, de manera que pudiera dormir con tranquilidad.
Esta señora buscó un cerrajero de la vecindad, que se hizo presente para calcular qué clase de elementos serían necesarios. Fue así que optó por colocar un cerrojo adicional, pero para eso debía llevarse la cerradura para modificar la clave y, además, preparar la puerta para alojar la pieza nueva.
Para todo esto, la puerta quedaría sin poder ser cerrada y eso le preocupó mucho a la madre, que le hizo la observación al técnico.
Este hombre, que era muy práctico, le contestó que no habría ningún problema, pues él le pondría un vigilante.
Al escuchar eso, la señora quedó estupefacta, y le preguntó si él tenía contactos con la policía, y ante la respuesta negativa, le consultó que como sería que pondría un vigilante.
Ante la insistencia, el cerrajero se dio cuenta del error de interpretación, ya que el susodicho VIGILANTE, no era un policía, sino una traba provisoria que lleva ese nombre.
La señora, avergonzada, pidió las disculpas del caso y después nos hemos reído muchísimo con esta historia.


domingo, 15 de diciembre de 2013

COLONIA, CON PERFUME DE MUERTE (1ª entrega)

INTRODUCCIÓN


Es sorprendente y hasta increíble la gran coincidencia de la repetición de los criterios mantenidos durante el decurso de los tiempos.
Es algo común, que las autoridades de los países que deciden invadir o atacar a otros, siempre encuentren una o varias excusas que justifiquen su accionar, de manera de lograr la aprobación popular y también la aceptación de las autoridades legislativas.
Esto se viene haciendo desde muchísimo antes de nuestra Era Cristiana.
Las razones esgrimidas para tener motivos suficientes sobre las grandes invasiones en América, fueron las mismas que sirvieron para los ataques a otros países y/o continentes: África, Asia.
En cada ocasión las fuerzas europeas llevaban la “civilización”, la “cultura”, el “cristianismo” y, en general, aducían sacar de la ignorancia y la barbarie a esos pueblos que seguían viviendo de manera precaria.
Cuando se habla de las grandes colonizaciones, no se refiere a épocas de muchos siglos atrás, sino a actos desarrollados a partir del siglo XVI, aproximadamente.
Los métodos utilizados por esos países para sacar del retraso y lograr que tuvieran una vida que se adaptara
a la cultura europea, región que estaba poblada por la “raza superior”, fueron escandalosamente criminales.

COLONIZACIÓN


Esta novedad de apropiarse de territorios poblados por medio de la violencia, fue llevada a cabo por casi todos los países de Occidente europeo, siendo los principales Gran Bretaña, Francia, Holanda, Bélgica, Portugal y España.
Con el paso del tiempo, se puede observar claramente que los invasores desconocieron los motivos específicos anunciados y se dedicaron al saqueo, al asesinato y al desarrollo del esclavismo en su más alta expresión.
Los europeos que participaron en la colonización, hicieron todo lo posible para que la historia tuviera de ellos una opinión unánime de repudio.
A pesar de ello, aún hoy, en el siglo XXI, cerca de dos millones de personas viven bajo “dominio colonial” en los 16 territorios no autónomos que reconoce Naciones Unidas. Son las máculas de un mapa político cambiante: en 1945, cuando se gestó la ONU, la cifra ascendía a 750 millones de personas, casi la tercera parte de la población mundial. Más de 80 regiones estaban entonces sometidas a la legislación y costumbres de sus “conquistadores”. Desde entonces, el colonialismo ha desaparecido prácticamente del mapa. Pero hay territorios en los que el proceso encalló. Y otros que no han querido modificarlo. 

LA DOCTRINA DE LA MUERTE


Si se realiza una recorrida, aunque sea superficial, del comportamiento del hombre ante la oportunidad de ser dueño y señor de la vida de los pueblos conquistados, podremos darnos una idea del proceso mental que se desarrolla y que, por su similitud, es común en todos los casos. Parece ser que hay un molde o ley no escrita que guía la conducta de los invasores, y que redunda en matanzas horribles e inútiles; sirven solamente para sembrar el terror y de esa manera asegurar la obediencia.
La explotación humana ejercida por los invasores españoles e ingleses en América, es un ejemplo del abuso terrible, ya que se eliminaron enormes cantidades de seres humanos, llevados por las ansias de poder y para obtener las enormes riquezas de sus suelos.
Hay que considerar que en la mente del hombre blanco, los pueblos que colonizaban no estaban habitados por “seres humanos” y eso les permitía eliminarlos sin cargo de conciencia. Luego del mal llamado “descubrimiento” de América en 1492, le llevó al papado más de veinte años determinar que los entes que tenían aspecto de hombres, ERAN SERES HUMANOS.
A pesar de eso, las masacres se llevaron a cabo de manera sistemática y a lo largo de muchísimo tiempo. Tanto es así, que se continúa con la misma tónica en las invasiones de los siglos XIX, XX y XXI, siempre con justificativos muy valederos.

(CONTINUARÁ...)


domingo, 17 de noviembre de 2013

COSAS DE FAMILIA

LA GUITARRA
Cuando mis tres hermanos mayores habían ya entrado en plena adolescencia, es decir que ya estaban en el secundario, papá decidió que debían estudiar música, y fue así que el mayor comenzó con el violín, el segundo con guitarra y el tercero con piano.
Pero resultó que el de la guitarra, realizaba el estudio muy a disgusto, y es así que, como tenía obligación de estudiar tres veces por semana, una hora cada vez, dividía la hora en tres secciones de 20 minutos cada una, para preparar, practicar y guardar.
Papá se dio cuenta de cómo venía la mano, pero hete aquí que un día aparecieron los avisos de que se presentaría en el teatro una niña prodigio, para dar un concierto de guitarra. Mi padre aprovechó esta oportunidad y sacó dos entradas en la fila dos, al medio, de manera que pudieran estar bien frente a la concertista.
Muy satisfecho estaba mi padre cuando empezó el concierto, porque durante toda la interpretación mi hermano se acomodó atentamente y con extrema quietud, como absorto en la maravilla que estaban escuchando.
Cuando finalizó, María Luisa Anido, la concertista, de unos 11 años, se levantó para saludar al público, que aplaudía con gran entusiasmo.
Pero fue muy grande el disgusto de mi padre, cuando el muchacho, muy seriamente, le preguntó:

“¿Sabés cuantas lámparas tiene la araña central?”


EL LORO
Mi padre había construido una casa en un terreno de algo así como una hectárea, en Unquillo.
Esto sucedía a principios del siglo pasado, más exactamente en el año 1918. Se trataba de una casa lo suficientemente grande como para alojar cómodamente a una familia de siete hijos.
Como estaba ubicada al frente del arroyo, para tener agua corriente en la casa, se construyó un pozo y, con una bomba, se alimentaba un tanque colocado sobre el techo.
Con el tiempo, se construyeron tres casas más, que fueron alquiladas para ser utilizadas para el veraneo.
Estas casas recibían agua del mismo tanque original y, cada vez que necesitaban agua, se ponía en marcha la bomba y, por supuesto, quien la ponía a funcionar era responsable de apagarla.
Pero resultó que en la práctica, este paso no siempre se cumplía, con el resultado de que el agua llenaba el tanque y éste se derramaba copiosamente, hasta que alguien escuchaba el ruido y salía a gritar para llamar la atención del irresponsable.
Mamá tenía un loro muy conversador y que aprendió muchos de los llamados que se hacían de viva voz, como ser a “Bonda”, la perra de mi hermana, que odiaba al loro.
Pero lo más notable fue que aprendió que debía llamar cuando se volcaba el tanque de agua, a tal punto que en el mismo momento que comenzaba el ruido del agua, el loro gritaba bien fuerte:

“¡MOTOR! ¡MOTOR!”

Hasta que alguien cortaba la bomba.


INCONSCIENTE
Yo tenía 12 años un día que salimos a dar una vuelta por Unquillo. Cuando estábamos ya volviendo, mi hermano para el auto, un Chrysler 1928, se baja de auto y me dice:
“Correte, que te toca manejar a vos.”
Esta fue mi primera experiencia, que con el tiempo se repitió a menudo, tanto que muchas veces iba con mamá a hacer las compras al pueblo.
Pero la máxima fue la vez que vino un señor amigo de Tucumán en una voiturette Ford “A” y me preguntó si sabía manejar, a lo que respondí afirmativamente. Me pidió entonces que llevara el auto a la estación de servicio para hacerlo lavar. Yo tenía en ese momento 14 años, por lo cual se pueden imaginar mi alegría.
La cosa no paró solamente en llevar y traer el auto. Este señor era un predicador evangélico que vino a Córdoba para asistir a un congreso en el Teatro Rivera Indarte (hoy, Teatro San Martín) y, como el auto no estaba listo, se trasladó en ómnibus con la condición de que yo le llevara el auto.
En mi total inconciencia, acepté la propuesta, y al final de la tarde salimos con mi madre en el asiento delantero y dos chicos en el trasero.
El viaje se desarrolló con toda normalidad, sin contar con mis nervios, y al llegar al barrio San Martín, recién me percaté del policía de tránsito cuando pasé a su lado, que por suerte me daba paso.
Mis hermanos mayores me recriminaron duramente, pero me pareció que en el fondo no eran muy sinceros, y que sin querer demostrarlo, estaban orgullosos de su hermanito.


domingo, 10 de noviembre de 2013

MARIONETAS (nacidas de la imaginación)

La marioneta o títere es una figura o muñeco de distintos materiales usado para la representación de obras de teatro. La definición no precisa la fecha de nacimiento. 
Sin embargo, muchos creen, como Charles Nodier, que la más antigua de estas criaturas, fue “la primera muñeca puesta en las manos de un niño”, y que el primer drama nació del monólogo, o mejor dicho del diálogo que sostiene el niño y su muñeco.

Le marionnette
La palabra marioneta hace referencia al habla de estos personajes, en francés. Une marionnette era un clérigo que en las representaciones religiosas donde aparecía la Virgen, aportaba su voz, haciéndola aguda para que pareciese femenina. Las marionetas hablan siempre con una voz aguda, chillona y falsa; salvo los personajes malvados, que hablan con voz grave pero igualmente falsa.

Se suele usar indistintamente el nombre de marioneta y el de títere.
Entremos por un instante en este maravilloso y complejo mundo, tan antiguo como la misma humanidad.

En Egipto, según cuenta el mítico titiritero y escritor Javier Villafañe, se han encontrado estatuas con resortes que se usaban en las ceremonias religiosas. Estos muñecos eran animados por movimientos de cabeza y de brazos. También allí, en la tumba de una bailarina de nombre Elmis, se halló un barco pequeño tripulado por varias figuras de marfil. Una de ellas, articulada, podía ponerse en movimiento por medio de hilos. En el centro de este barco había una casita con puertas de marfil que, al abrirse, dejaba ver toda la escena de un teatro de títeres.
Quizás esta bailarina, dice Villafañe en la revista imaginaria, ofrecía con sus muñecos representaciones del estilo de las que años más tarde se dieron en Grecia y en Roma y, más adelante, aplaudieran las muchedumbres de París, Londres y Viena.

Los chinos también las conocieron desde tiempos remotos. Hacían su aparición en los ritos religiosos y en las calles. Se cree que de allí llegaron a Japón, a través de los músicos andariegos. Estos muñecos alcanzaron muchísima perfección, y algunos eran tan grandes que para manejarlos hacían falta tres titiriteros por marioneta.

En Grecia también se han encontrado títeres. En “Histoire des marionnettes”, Charles Magnin asegura que estos muñecos eran recibidos en las moradas aristocráticas de Atenas. Photeinos, de oficio titiritero, tenía un permiso especial para dar representaciones públicas en el teatro de Baco.

ACTUAR CON MARIONETAS

Este arte cobró gran importancia a fines del Siglo XVIII. Escritores y músicos le prestaron especial atención. Goethe publicó tres dramas con el título “Teatro moral y de marionetas recién abierto”. Los músicos Gluck y Joseph Haydn compusieron en Austria varias obras para el teatro de títeres. La escritora francesa Georges Sand, ayudada por su hijo Maurice, creó su propio teatro de marionetas en el castillo de Nohant, proyecto en el que participaron grandes artistas como el pintor Delacroix, el escritor Honoré de Balzac y los músicos Bizet, Musset y Liszt.
Hoy el teatro de títeres sigue vigente. “Va a seguir siendo un arte milenario”, afirma Claudia Gómez, del “Grupo de Marionetas de Hilo”, de Cosquín (Córdoba).
“Para mí es un buen momento”, dice antes de comenzar la función frente a una multitud de chicos y grandes que la esperan en la Plaza de los Artesanos de la villa serrana.


Tomado del informe de TARJETA NARANJA de marzo 2010

domingo, 3 de noviembre de 2013

INFLACIÓN: FIESTA DE LAS BRUJAS


En 1942, el famoso escritor alemán THOMAS MANN, escribió este artículo en los Estados Unidos, describiendo la inflación que se desató sobre Alemania entre los años 1913 y 1923. La Argentina ha estado sufriendo un fenómeno similar desde 1974, lo que hace indispensable su lectura a todos los argentinos.


La inflación alemana tuvo sus raíces en la Primera Guerra Mundial (PGM), que produjo grandes pérdidas, no solamente en vidas, sino también costó sumas enormes en términos de trabajo y materiales. El valor del individuo desaparecía poco a poco, día a día, año a año.
Al mismo tiempo, muchos insumos que Alemania había importado antes de la guerra, habían desaparecido del mercado. La oferta de dinero creció a medida que un número creciente (inusual) de hombres y mujeres estaban trabajando. Los alemanes empobrecieron en comodidades y enriquecieron en papel moneda.
Como los hombres estaban en el frente, con pocas posibilidades de supervivencia, la mayoría de la gente no tenía para quién ahorrar. De cualquier manera, la tendencia aguda del aumento del costo de la vida no daba lugar al ahorro. Pronto se acostumbraron a comprar todo lo que estaba a su alcance, sin importar el precio.
Una libra de manteca rancia se vendía a 20 marcos en el mercado negro, que se transformó en una ansiosa y popular meta alemana. Bajo las circunstancias, romper la ley fue una cosa natural; hasta se enorgullecían de haber obtenido más de lo que le asignaban las pobres raciones, gastando enormes sumas en las compras ilegales.
En el hogar, la ley se observaba de alguna manera, a pesar de las dificultades para conseguir mantenerse estrictamente dentro de las raciones legales. La voracidad de los que manejaban el mercado negro bloqueaba los canales naturales de distribución, y el mercado normal empezó a mostrar signos de escasez.
Los traficantes del mercado negro –siniestros y repugnantes- aparecían por casa a la noche, tratando de venderle a mi esposa. “¡¡¡Dios mío, Sr. Hirsch, 40 peniques por UN HUEVO!!!; ¡costaban solamente 30 la semana pasada! ¿Qué vendrá después?” Este extraño hombre joven, demasiado enclenque para el servicio activo de la guerra, tenía la suficiente fuerza para manejar la situación desesperada de mi mujer. “No sea tonta, podría pedirle 50 peniques, aun 60 y 70; usted necesita los huevos. Por lo menos para sus cuatro hijos, no?” Así es como mi mujer compró 4 de esos carísimos huevos. Debería haber comprado 8, ya que para la próxima visita del Sr. Hirsch, los precios serían mucho mayores. Solamente que la próxima vez no sería el Sr. Hirsch. Ahora sería von Rabenstein o algo así.
De un lado Hirsch, Von Rabenstein y sus hombres; del otro, sus clientes, el pueblo alemán. Ambos dieron a luz a la inflación alemana, aunque sabemos que otras matronas pusieron también su parte.
No le llamábamos “inflación” durante la guerra. Sólo nos quejábamos de la “estampida de los precios”, tanto en el mercado normal, como en el negro. Ignorábamos el desequilibrio entre la oferta y la demanda, de la brecha entre la oferta de dinero y las provisiones. Como si estuviera guiada por una fuerza maligna, esta brecha se haría cada vez más ancha
Cuando terminó la guerra, se levantaron los racionamientos y otras restricciones. Pero Alemania había perdido grandes posesiones en el exterior, la industria estaba paralizada, y las reparaciones impuestas por los Aliados expoliaban la riqueza de la nación. Alemania había perdido la confianza del mundo, como así también la propia confianza, allanando el camino para la llamada “carrera de los artículos de primera necesidad”.
La embriaguez de compras iniciada durante la guerra, alcanzó su pico años más tarde. Por temor a la devaluación, la gente compraba cualquier cosa a su alcance, sin saber que su comportamiento empujaba el valor del dinero más hacia abajo. Toda Alemania se transformó en un gran mercado negro. Una vez que se dispara el aparato de la inflación, es muy difícil detenerlo. Cualquier intento individual de detenerlo, habría equivalido a querer parar las cataratas del Niágara con un paraguas.
Para tener éxito, la guerra contra la inflación debe ser una guerra de prevención. Por otra parte, solamente los factores económicos no hubieran sido suficientes para reducir el valor del Marco en una décima o una centésima de su valor anterior, sino una mil millonésima de esa cifra. Los factores políticos y sicológicos también contribuyeron.
Los alemanes no son propensos a la moderación; con facilidad caen en actitudes irracionales, que han traído caos y sufrimientos al mundo. Estaban preparados para aceptar todo lo que la “institución” considerara correcto. Por lo menos para una parte de esta sociedad, -industriales y empresarios– la inflación era provechosa. No había apuro por detenerla. En esos días, los endeudados Krupp, Stinnes, Thyssen y otros, liquidaban sus deudas y compraban bienes inmuebles, con los millones inflados.
A pesar de la pobreza de Alemania en ese tiempo, los recursos minerales e industriales eran abundantes. Durante la locura inflacionaria, sucedió un cambio radical. La riqueza media se concentró en menos y menos manos. El mediano y pequeño comerciante perdieron sus propiedades, devorados por los grandes, que compraban sus propiedades, pagándolas con marcos papel desvalorizado. Años después, se comentaba de ciertas fábricas o minas que no hubiesen producído ningún beneficio, o estarían paradas, si no hubieran sido vendidas, muy baratas, durante los días de la inflación.
Los que deseaban hacer dinero sin esfuerzo, no podrían haber encontrado un lugar mejor que la Alemania de 1922-24. Todo lo que se necesitaba era tener unas cuantas ideas y carecer de escrúpulos. El trabajo honesto, aun la mano de obra calificada, no resultaba. Hasta la gente honesta se encontraba seducida por la especulación. Reacios a permutar huevos y leche por algo que no fuera durable, los granjeros llenaron sus casas con máquinas de coser, pianos y alfombras persas. Los estudiantes de medicina se transformaron en corredores de bolsa. Los maestros y los estudiantes discutían la manera de transformar un poco de dinero en grandes sumas: comprar moneda extranjera, guardarla un tiempo para venderla después. Así, un millón, se haría cinco millones y eventualmente MIL MILLONES.
¿Y qué pasaba con los precios mientras tanto? Si uno tenía la suerte de encontrar un comerciante a las 9 de la mañana, con la cotización de esa hora, pero ignorante del valor del medio día, las ganancias podían ser enormes. Por otro lado, el hombre podía no ser tan ingenuo; levantaría los precios después de consultar con su banco.
Los compradores también estarían del lado perdedor. Si uno buscaba cigarros, y el precio era muy alto, y al consultar a otro proveedor resultaba que los precios eran aún superiores, para el tiempo que volviera al primer vendedor, se encontraría que los precios habían subido dos o tres veces los de la primera oferta. No había alternativa para el comprador, que pagar los millones o billones que le pedían.
Los viernes a la tarde, los trabajadores salían de sus trabajos con bolsas y canastos llenos de dinero, llenos de dinero sin valor. Los comerciantes aumentaban los precios para cubrirse. Los sueldos se pagaban cada día y algunas empresas, como Krupp, comenzaron a imprimir su propia moneda. Pueblos y ciudades siguieron este ejemplo, emitiendo moneda de acuerdo con sus necesidades. Falsificar moneda dejó de ser un negocio rentable.
Dinero pedido en préstamo en 1920 para comprar propiedades –casa, granja, fábrica– habría dejado un gran beneficio en 1923. Los que prestaron el dinero, no tuvieron esa suerte. Pasó mucho tiempo para que la gente se acostumbrara al nuevo estado de cosas. De manera que los aprovechadores, se aprovecharon de los ingenuos. ¿Cómo podría un anciano, acostumbrado a los valores tradicionales del marco, entender esta cuestión de millones y billones?
Todavía recuerdo a nuestra buena institutriz, que había planeado retirarse y vivir de sus ahorros. Los miles de marcos de su cuenta bancaria, valían apenas unas monedas. Gente que había sido rica, que vivían ahora en sus villas semiderruídas, vendían sus muebles y obras de arte. La venta de un Rembrandt, reportaba dinero para comer sólo unas pocas semanas. Serían también desalojados, con los bolsillos llenos de billetes multicolores, sin ningún valor.
Para poder sobrevivir, había que mantener el ritmo con el tiempo. A veces uno resultaba estafado sin malicia. Durante la PGM yo había invertido 10.000 marcos en una casa de campo de un amigo, donde acostumbraba a ir como huésped a pasar algunos días. En cierta forma, yo era copropietario de la casa. A los fines prácticos, mi préstamo de 10.000 marcos fueron asegurados con un dominio sobre la propiedad. En la primavera de 1923, mi amigo me dijo que había vendido la casa forzado por las circunstancias, de manera que me devolvía el préstamo. Eran los mismos diez mil marcos, me dijo con una sonrisa, aún los mismos billetes que yo le había entregado en 1917, que habían estado intactos en su caja fuerte. Me sentí confundido y molesto ante la vista de esos billetes limpios, casi flamantes, de muy buena impresión y sin valor alguno.
Los que no se unían a la “carrera de los artículos de primera necesidad”, no tenían más suerte. Ninguno de los miembros de mi círculo pudo mantener todas sus propiedades. De un día para otro, desaparecían fortunas con tanta velocidad como habían sido amasadas. Por esa razón, siempre he visto la inflación alemana como una especie de espejismo, como una fiesta de brujas, que rápidamente desaparece, sin dejar más que irritación y lamentos por todas partes.
En el verano de 1923, la inflación, como la legendaria danza de la bruja, enloqueció más. Las cifras subían a un ritmo frenético. Para el canto del gallo, la bruja, exhausta, estaría nuevamente en su cueva. En la Alemania barrida por la inflación, el gallo estaba representado por el director del Banco del Reich, Dr. Hjalmar Schacht, con su cuerpo delgado, de cuello fino como el de un gallo.
La literatura es una tarea universal, de manera que yo no puedo quejarme de la embestida inflacionaria. Mi familia, de 8, se mantuvo bastante bien con los U$S 25, que yo recibía por cartas que enviaba desde Alemania a una revista literaria americana: “DIAL”. Uno de mis hijos estaba interno en una escuela; pagaba U$S 5 cada cuatro meses y el director esperaba ansioso mi remesa. Otros alumnos pagaban con bandejas de plata, colecciones de autores clásicos, pollos, o no pagaban. Era mejor tener los chicos en las áreas rurales, porque la vida en la ciudad no era buena para ellos.
Mi hija menor jugaba con un caballito hamaca, y cada vez que el caballo levantaba la cabeza, gritaba: ¡¡¡SUBIÓ EL DÓLAR!!! Los acordes iniciales de la Quinta Sinfonía de Beethoven, se parodiaban con EL DÓLAR SUBIÓ. No había otro tema de conversación que el de marcos, dólares y libras. Las ciudades parecían enormes casas de cambio que habian enloquecido. Los bares y clubes nocturnos estaban llenos de gente rica dilapidando grandes sumas de dinero adquirido en forma ilegal.
La alta inflación es la peor forma de revolución. Las medidas extremas que los gobiernos toman -ajuste de dinero, reducción de producción y fuertes impuestos- son nada en comparación. Pues no hay sistema, no hay justicia en la distribución de la propiedad que resulta por la inflación. La regla del juego pasa a ser CADA HOMBRE PARA SÍ; pero solamente los más poderosos, los malvados y corruptos, las hienas de la vida económica, pueden hacerlo. Los que confían en el orden tradicional, los inocentes e ingenuos, los que hacen su trabajo pero que no se interesan en el manejo del dinero, los viejos que planearon vivir de sus ganancias del pasado; todos ellos están destinados a sufrir. Esta experiencia destroza la moral de una nación.
Hay una directa e íntima relación entre la locura de la inflación de Alemania y la locura del Tercer Reich. De la misma manera que los alemanes vieron inflar sus marcos hasta hacerse millones y billones, vieron también inflar el estado, para hacerse el “Reich de los alemanes”, el “Espacio Vital alemán”, la “Nueva Europa”, el “Nuevo Orden”, hasta que explotó al final. El empleado del mercado que pidió cien millones por un huevo, había perdido su capacidad de sorpresa en esos días. Nada de lo que sucediera después, podría sorprenderlo por su locura o crueldad.
Durante la locura inflacionaria, los alemanes perdieron el propio respeto como individuos, y aprendieron a no esperar nada de los “políticos”, el “estado” o el “destino”. Aprendieron a mirar la vida como una aventura salvaje, cuyo desenlace dependía, no sólo de su propio esfuerzo, sino también de otras fuerzas desatadas, extrañas y malévolas. Los millones de alemanes que fueron robados de sus sueldos y ahorros, serían las MAZAS con que operaría el Dr. Goebels.
La inflación es una tragedia que transforma a todos en cínicos, indiferentes y despiadados. Como habían sido robados, los alemanes se transformaron en una nación de ladrones.


THOMAS MANN – Traducido por Enrique J. Sipowicz, de “Argentine News” – Año I, Nº 1 (05-04-1985) Págs. 20/21 – Córdoba, Argentina – 24-04-1985